Descripción

Desalojado de si mismo y de los demás, desalojada su voz de la retórica construida a lo largo de más de diez libros de poemas, Félix Dauajare no abdica sin embargo de la poesía. Alguien dijo de él, hace ya muchos años, que era «el contemplativo emocional. . . el que unifica en su poesía la lejanía (toda lejanía) y la proximidad, el amor y la reflexión del amor». Presagio justo. Digamos que este «contemplativo emocional» ha seguido los rastros, los signos de las inquietudes sociales y espirituales de nuestro siglo desde el año mismo de su nacimiento en San Luis Potosí: 1920. Las décadas han vuelto pesimista su arribo. De tu mar y mi sueño lleva un gran impulso expresivo refrenado por las convenciones en la escritura. Definiciones es ante todo el ejercicio del lenguaje metafórico; después de estos dos libros primeros aparece Cuarta dimensión, que no sólo en los versos iniciales presiente la actitud futura de Dauajare: «Nuestra cabal imagen:/almirante que busca/ los caminos de la tierra y el alma». En El que domina la aurora es nítida la aparición del poeta contemplativo, reflexivo, que dota a la mitología prehispánica de su rango simbólico. La inteligencia itinerante adquiere tal vez su signo en Xipetótec, el desollado. Ceñido al ciclo del año, Diario de soledad y comunicación es un libro-poema de apogeo en el dominio de una expresión propia, reitera las inquietudes metafísicas del poeta; esto se prolonga en Color de fuego y tiempo que cierra un ciclo. Afirmada en sus formas expresivas, renovada la ruta por los jardines interiores, resurge después de largo silencio, tras fantasmas que se transforman en cataclismo; asume la soledad de la resurrección y habla de rescatar de la muerte el tiempo del hombre. Partió de la historia de la búsqueda interior al hallazgo del hombre en la historia y a la asunción, al Sobreasalto de la solidaridad en la escritura. Paradójico desalojo de sí y de los otros, en su arrasada voz fluyen las referencias a toda nuestra tradición lírica. Preocupado más por lo que dice que por la epidermis sonora de sus textos, ahora Félix Dauajare escribe las resonancias del poema de sus ancestros. No olvidamos que todo poeta elige a sus antepasados. Es no sólo el «contemplativo emocional», sino, el poeta que sin dejar de serlo asume el uso de la inteligencia, «soledad en llamas que todo lo consume sin crearlo». Sin uno y sin nadie resume la extraña perplejidad de que nos dota la madurez, que en su autor no es el apoltronamiento mental, sino la opaca y pesimista inquietud respecto a la vida personal y colectiva, respecto a las interrogaciones mismas, hasta las nostalgias íntimas. Dice en alguno de sus poemas: «las soluciones sencillas y directas son un refugio provisional y lo único durable de las posesiones es precisamente su pérdida».

Armando Adame

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