Norberto de la Torre

Félix Dauajare: Lo extraño y la palabra

 

Tenía muy poco tiempo de vivir en San Luis Potosí cuando conocí al licenciado Félix Dauajare Torres; el presidente municipal, el poetapolítico cuyo rostro ocupaba algunos espacios en el periódico. Lo recuerdo bien porque en aquel entonces cualquiera que hubiera publicado un libro me despertaba mucha admiración y un poco de envidia. No sé cuándo fuimos presentados pero siempre lo saludé con respeto y afecto si coincidíamos en conferencias, reuniones o actos políticos. No conocía su obra, sólo su fama. Lo primero que leí de él fueron poemas sueltos en la revista «Letras Potosinas», Más tarde leí «Contrataque» (ed. Tierra Adentro, México 1979), y luego los tres o cuatro libros más recientes que salieron de su pluma. Lo vi algunas veces entrar o salir de la Casa de la Cultura, como miembro del grupo de escritores que coordinaba Miguel donoso Pareja; recuerdo que me intrigaba el hecho de que un escritor formado, reconocido y ya con varios libros en su haber, aceptara el papel de discípulo. No fue sino hasta 1991 en que mi relación con él se estrecho, gracias a mi participación en el Seminario de análisis literario de la Casa de la Cultura. De noviembre de 1991 a la fecha nos vemos cada sábado y compartimos la risa, la ironía y la literatura. Ahora entiendo que la humildad y la capacidad para reirse de sí mismo, son características de Félix Dauaujare, y deben serlo de cualquiera que aspire a producir algo mínimamente memorable en el terreno de la literatura.

Se puede escribir sobre la obra de Félix uno de esos artículos llenos de citas que den cuenta de las lecturas, influencias y fuentes. Un grupo grande de filósofos y pensadores notables atisban desde los poemas de Dauajare; él es un poeta reflexivo, un estudioso constante de las más diversas escuelas del pensamiento contemporáneo, por lo que, con riesgo de pedantería, se le tiene que vincular con las obras de las que extrae inspiración. Félix Dauajare siente predilección por la tristeza y el desastre, prefiere el nihilismo a las falsas promesas. Sus libros son el resultado de la reflexión metódica y un especial cuidado por dominar el lenguaje, por ejercitar y experimentar las variadas forma de construir poemas. Es en fin un poeta-filosófo que, desencantado de las trampas que siembran el pensamiento moderno y las ideologías, explora los trucos del lenguaje, denuncia los señuelos de las verdades absolutas que favorecen el desarrollo del poder y sus demonios. Sobre todo en «Lo extraño y lo difícil» (Joan Boldó i Clement, Querétaro 1988) encontramos al pensador que pone en tela de juicio la dualidad sujeto-objeto y afirma su conciencia para descubrir que el rostro de la verdad es una máscara. Es este libro Félix posa sus ojos en el espejo de la fenomenología que parte de Hegel y llega hasta H.G. Gadamer, pasando por Brentano, Nietzche, Husserl y Heidegger.

Otra virtud de «Lo extraño y lo difícil» es su abandono de los grandes temas para explorar lo cotidiano: las nubes, el aire, los jardines, los ruidos habituales de la casa. Así podemos decir que la poesía de Félix es nostálgica e intimista, no en el sentido peyorativo que se usaba en los 70s para referirse a los malos textos, sino en el buen sentido, en el de el escritor que explora y desconstruye su propia conciencia para encontrar los engaños que ha sembrado la cultura dominante.

«Lo extraño y lo difícil» es un libro de 58 paginas que contiene treintainueve poemas divididos en tres capítulos numerados. Abre con un poema: Desde entonces; en el que el autor fija su punto de partida: el deseo. La máquina deseante, según afirman los autores de El Antiedipo (Deleuza y Guattari, México, ed. Paidós 1985), es el motor del desarrollo del individuo, la sociedad y la cultura, así, Félix afirma; «… los niños por ejemplo son excelentes guías/ gritan lloran patalean/ cuando les falta el aliento el amor o la atmósfera/ son la raíz de la inconformidad y la protesta/ necesitan todas las leches todas las cunas todas las seguridades/si no les asiste/ el mundo sugerido se quedará en el seno bondadoso»

En el poema que da nombre al libro se plantea una ruptura. La línea de continuidad entre lo que era, lo que es y lo que será, se quiebra para dejar al descubierto los huesos, las ruinas, los olores fétidos que se habían escondido bajo el disfraz de progreso y la utopía. Félix sabe que en una mano tiene el deseo y en la otra la muerte; por eso el pensamiento categorizado, verbal, el que se viste con la soberbia de la verdad inequívoca, se le vuelve extraño, y difícil; «Después vino lo extraño y lo difícil/ otra locura implantó sus razones/ los espacios quisieron hacerse de más luz/ no obstante estar de tal manera corrompidos/ y las señales sobre todo se volvieron tan fijas/ que no se supo si era por la certeza o el olvido/al fin se detonó en los años y en los hechos la carga de la extrañeza y la dificultad».

Cuando se lee a Félix Dauajare nos crece un sabor amargo, es el poeta del desaliento:»… no tenemos patria ni amor que alcance a compensar/ esto que se nos quita/ esto que equivocadamente rescatamos … aquí pasó lo irremediable/ se fue el cuerpo/ se fue la imagen/ la posibilidad y todo» o «Para mirar deveras se necesitan ojos/ venidos del oriente del sur y de otra parte:/ …aunque al final los ojos volverán a tapiarse», y también «Se dice siempre mañana/ para recompensar los órdenes repetitivos/ e insultantes». Sin embargo, si pensamos con Nietzche que todo acto creativo implica una destrucción, entonces el proceso se revierte y la poesía de Dauajare se torna de esperanza, del señalamiento de un estado de cosas que llega a su agotamiento y muerte para dar lugar a una nueva organización, a otro camino; «Muchas veces hay que hacer todo al revés/ para encontrar la verdadera significación/ para darle sentido a la aparente falta de sentido/… entonces el amor salió a la calle y tuvo/contacto con el aire los ojos y la piel», «Hay ríos con los que nunca se puede estar/ de acuerdo y es necesario recurrir a las/enseñanzas del salmón».

Las obsesiones y los temas que Félix plantea en «Lo extraño y lo difícil», lo ponen en el centro de la discusión de la filosofía actual, aquella que duda de la razón y el progreso, la que desconfía de la memoria y la historia, la que aspira a romper con la cárcel de las palabras y el pensamiento lineal, categorizado y departamentalizado, la que presiente al poder como demonio organizador de la cultura dominante.
Por ello el poeta se refugia en el jardín de su casa, se decide a vivir en el instante y el aire, a desconfiar de lo que piensa para creer en lo que siente: «De cualquier modo necesitamos siempre/ que alguien nos llame sin importar su nombre pues/ finalmente es una señal de que vivimos aún».

Norberto de la Torre

Setting

Layout

reset default